¿Cuánto dura el virus del Herpes Zóster?
El Herpes Zóster, comúnmente conocido como culebrilla, es una manifestación del virus de la varicela que puede reactivarse en cualquier momento de nuestra vida. Su reaparición puede traer consigo síntomas dolorosos y preocupantes para quienes lo padecen.[1]
En este artículo, exploramos la duración y fases del Herpes Zóster, así como el impacto que puede tener en tu salud.
¿Cuánto dura en promedio un episodio de Herpes Zóster?
El Herpes Zóster suele iniciar con síntomas como picazón, dolor, hormigueo, sensación molesta o sensibilidad al tacto en el tórax, el abdomen o el rostro. Estos son los primeros indicios de la enfermedad. Tras los primeros días, comienza la fase aguda, en la que aparece la erupción cutánea caracterizada por ampollas en las zonas afectadas, acompañadas de un dolor agudo. Al cabo de unos 10 días, estas vesículas se convierten en costras que, normalmente, duran entre 2 y 4 semanas.[2]
A pesar de que las erupciones y ampollas suelen desaparecer en este período de tiempo, el dolor, conocido como neuralgia postherpética, puede persistir en algunos casos. En algunos pacientes, esta complicación puede durar meses e incluso años.[3]
Fases del virus Herpes Zóster: desde la infección hasta la recuperación
Comprender las fases del Herpes Zóster es esencial para identificar y manejar adecuadamente los síntomas. Esta enfermedad no solo se manifiesta a través de las erupciones cutáneas que comúnmente se asocian con ella; sino que hay una serie de etapas que preceden y siguen a estas erupciones, que es crucial reconocer para una mejor atención y recuperación.[4]
Inicio de síntomas
Antes de que se manifiesten los signos visibles del Herpes Zóster, el cuerpo emite señales de advertencia. Es posible que experimentes molestias como dolor, picazón o sensaciones de ardor en una zona específica de la piel. Estos síntomas iniciales pueden durar entre 1 a 5 días.[5]
Aparición de erupciones
Después del período inicial, la enfermedad avanza hacia su fase más reconocible. Una erupción cutánea con ampollas llenas de líquido aparece en la zona donde se experimentaron las primeras molestias. Estas erupciones tienen una distribución particular, presentándose generalmente en un solo lado del cuerpo, y suelen aparecer en el tronco, cara, cuello o las extremidades.[6]
Evolución y ruptura de las ampollas
En una semana aproximadamente, las ampollas comienzan a romperse, liberando el líquido y eventualmente formando costras. Durante este período, es vital mantener la zona limpia y evitar rascarse para prevenir infecciones secundarias.[7]
Cicatrización
El final de la enfermedad se acerca cuando las costras empiezan a caerse. La piel debajo puede quedar rosada o pálida por un tiempo mientras comienza el proceso de cicatrización. Aunque las manifestaciones visibles del Herpes Zóster pueden haber desaparecido, es importante señalar que el dolor, conocido como neuralgia postherpética, puede persistir en algunas personas.[8]
¿Cómo impacta la duración del virus en tu salud general?
El impacto del Herpes Zóster en la salud general va más allá de las erupciones cutáneas. El dolor y las molestias pueden interferir con las actividades diarias, afectando la calidad de vida. Además, la persistencia del dolor postherpético puede causar ansiedad, insomnio y depresión en algunos pacientes.[9]
Por otro lado, el virus puede causar complicaciones en ciertas áreas del cuerpo. Por ejemplo, si afecta los ojos, puede derivar en pérdida de visión[10]. Asimismo, la aparición del Herpes Zóster puede ser un indicador de que el sistema inmunológico está debilitado, lo que puede hacer a la persona más susceptible a otras infecciones.[11]
El Herpes Zóster tiene un impacto significativo en la salud y bienestar de quien lo padece. Estar informado sobre sus etapas y el tiempo que dura es esencial para enfrentarlo de manera efectiva y minimizar sus efectos adversos.[12]
Es fundamental tratar este virus desde el primer momento para asegurar tu bienestar y salud general. Si vos o alguien que conocés tiene síntomas de Herpes Zóster, es clave que consultar con tu médico de confianza para conocer las opciones de prevención y tratamiento.